Del Diario de Santa Faustina, 1698
La misericordia de Dios a veces toca al pecador en el último momento de una manera maravillosa y misteriosa. Exteriormente, parece como si todo estuviera perdido, pero no es así. El alma, iluminada por un rayo de la poderosa gracia final de Dios, se vuelve a Dios en el último instante con tal poder de amor que, en un instante, recibe de Dios el perdón del pecado y del castigo…



















