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sábado, 27 de julio de 2024

       Reflexión del Evangelio de hoy

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Convento de Santo Domingo (Oviedo)

 


 Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”.

Los criados le preguntan:

“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.

Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo.

Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».

Palabra de Dios.

 

Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones...

Los judíos tenían a gala y estaban bien orgullosos de ser el pueblo elegido de Dios y de tener un Templo donde adorarle. Pero Dios, a través de Jeremías, les indica que para  ello no valen solo las palabras sino que hay que ir a los hechos. No vale presumir del Templo de Dios, no vale presumir de pertenecer al pueblo de Dios, si luego la propia conducta va en la línea opuesta de Dios. Y enumera algunas de las malas acciones en las que están cayendo: “robáis, matáis, adulteráis… seguís a dioses extranjeros y desconocidos, desde  explotar al forastero, al huérfano, a la viuda” y después de esto “entráis a presentaros ante mí… y os decís estamos salvos”. De esta manera convierten el Templo en “una cueva de bandidos”.

 Los creyentes de todos los tiempos hemos de convertir nuestros diversos Templos en lugares donde nos dirijamos a Dios con nuestra oración y con nuestras buenas obras. La mejor manera de conectar con Dios.

 El trigo y la cizaña

Creo que a todos nos gustaría que en el mundo y en cada hombre solo existiese el bien y nunca el mal. Pero esta parábola nos muestra la realidad que todos experimentamos. Debido a los sembradores del trigo y la cizaña, nos encontramos con estas dos realidades opuestas en nuestro corazón: el bien y el mal. ¿Cómo nos debemos enfrentar a esta realidad?

 Una vez más, debemos acudir a Jesús que predica y nos anuncia la llegada del reino de Dios, al que nos pide que nos apuntemos. Debemos aceptar ese regalo que el mismo Dios nos hace, dejarle a él ser el Rey y Señor de nuestro corazón, de nuestra vida, el que rija y dirija nuestros pensamientos y acciones.

 Desde aquí hemos de enfocar nuestra vida, haciendo de ella una lucha del bien contra el mal, porque el mal es lo que nos hace daño a nosotros y los demás.

 Teniendo a Dios como nuestro Rey, y sabiendo que Dios es Amor, nos impulsará a que el amor, el  bien más excelso, sea lo que nos mueva en todas nuestras acciones y que, al mismo tiempo, sea la finalidad de todo lo que hagamos. Todo en nosotros ha de partir del amor y ha de buscar amar, amar a Dios, a nuestros hermanos y a nosotros mismos. Eso fue lo que hizo Jesús, en todo momento, se dejó llevar por el amor. “Os he dado ejemplo para que vosotros hagáis otro tanto”. 

 

 

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