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viernes, 30 de agosto de 2024

       EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.

Congregación Romana de Santo Domingo

Viernes  30 de agosto de 2024


Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.

Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.

El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.

Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.

Y las necias dijeron a las prudentes:

“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.

Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.

Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: Señor, señor, ábrenos.
Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”.

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

Palabra de Dios.

 

Predicamos a Cristo crucificado

 El texto que escuchamos en la primera lectura nos deja la impresión de estar ante una de las cuestiones fundamentales del mensaje cristiano. Comprenderla y entrar en la “inversión de valores” que se nos propone es una tarea para toda la vida del creyente.

Pablo, conociendo las divisiones que se van creando en la comunidad fundada por él en Corinto, se lanza a una vibrante explicación de lo que él considera la clave del mensaje que ha recibido y que ha de predicar: la locura de la cruz.

Con la radicalidad que le caracteriza, explica a los corintios (y a todos los creyentes que les seguirán) que, en la fe, no hay nada ni nadie a lo que aferrarse, sino Cristo crucificado.

Él entiende muy bien que la propuesta constituye una locura, porque va contra todo lo que sería esperable, tanto desde el punto de vista de la razón como desde el religioso.

De hecho, la reflexión humana sobre Dios (¿un Dios comprensible?) y las expectativas que el pueblo judío se había ido creando sobre el Dios de sus padres (¿un Dios todopoderoso?), no llevaban a “desembocar” en el reconocimiento del Dios de Jesús…

Pablo es muy claro: los judíos buscan signos, los griegos sabiduría. Y él ha recibido el encargo de predicar a un Mesías crucificado, escándalo para los judíos, locura para los griegos. E insiste: la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios más fuerte que los hombres.

¡Qué costoso cambio de paradigma nos está proponiendo!

Frente a todas nuestras tendencias y expectativas, incluidas las imágenes de un Dios todopoderoso del que esperamos obtener portentos, se trata de aprender a asumir, con asombro y alegría profunda, que la sanación, la vida nueva, la salvación… nos llegan de un perdedor, de Cristo crucificado.

 

Vigilad

 El evangelio de hoy es una invitación de Jesús –una de las muchas que aparecen en los evangelios- a la vigilancia. En esta ocasión habla de la llegada del Reino, y el contexto es el de una celebración de bodas, es decir, fiesta y alegría. Y en ese clima festivo la presencia de diez jóvenes que salen a esperar al esposo, y que sin duda pensaban participar de la gran fiesta. Sin embargo no acuden en las mismas condiciones a esa espera. Unas tuvieron en cuenta todo lo que podía ser necesario para asegurarse de que, cuando el novio llegara, ellas estarían preparadas para entrar con él al banquete. Las otras parece que no pensaron en ello. El novio se retrasa y unas y otras se duermen. Cuando por fin llega el novio surge el problema…

Sin entrar en disquisiciones sobre lo que puede significar el aceite, lo que si podemos deducir, tal vez, es que no todas tenían el mismo grado de interés en ese encuentro con el “novio”. Y el interés no se puede prestar ni compartir.

La llamada de Jesús a estar vigilantes nos da las claves para poder comprender y llevar a la vida este texto. Es cierto que se puede vigilar por motivos muy diversos, entre ellos la prudencia o el miedo… pero el contexto de la parábola no nos permite suponer esas motivaciones. Se trata de la llegada del Reino, de nuevo escenificado en un banquete al que estamos invitados.

Esperar vigilantes la llegada del “novio”, del Señor, significa vivir desde el deseo y la esperanza de encontrarse con Él, de descubrir en la relación con Él el sentido de nuestra vida.

Ojalá esa llamada a la vigilancia nos despierte y nos ayude a caminar paso a paso, cada día de nuestra vida, en el seguimiento del Señor Jesús.

 

 

 

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