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martes, 27 de agosto de 2024

       EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.

Convento de la Virgen del Camino (León)

Martes, 27 de agosto de 2024


Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 23-26

En aquel tiempo, Jesús dijo: «Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!

Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera».

Palabra de Dios.

 

El Señor viene cada día

 Tanto en Tesalónica como en algunas de las primeras comunidades cristianas parece que no acababan de entender lo relativo a la “Parusía”, o sea, a la venida última, escatológica, de Jesús. Pablo les pide que “no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por supuestas revelaciones… como si el día del Señor estuviera encima”. Y en otros pasajes de las cartas afirma que nadie sabe el día ni la hora. Aquí parece decir que no es inminente, y que no hagan caso de los rumores sobre visiones y revelaciones en este sentido.

Para nosotros la revelación es la de Cristo Jesús, la que se contiene en el Evangelio y en la Escritura. Ahí es donde nos ha hablado Dios y nos ha dicho lo que quería decirnos. Ahí es donde nos ha dado su gran lección María, la Madre de Jesús, junto a su Hijo a lo largo de toda su historia de salvación. No necesitamos nuevas revelaciones.

Con relación al “fin del mundo”, estamos en las manos de Dios. Jesús mismo nos dijo que no sabíamos el día y la hora. Pablo nos dice: “manteneos firmes y conservad las tradiciones”; “Dios nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza”, y nos da fuerzas “para toda clase de palabras y de obras buenas”. O sea hay mucho que hacer todavía, antes del final.

 

Dios ve tu corazón

 Los fariseos daban importancia a las cosas insignificantes, poco importantes ante Dios, y descuidaban las que verdaderamente valen la pena. Así, pagar el diezmo de los productos del campo lo hacéis, (la menta, el anís, el comino) no tiene relevancia, comparado con las actitudes de justicia y caridad que debemos mantener en nuestra vida.

Otro ejemplo; los fariseos “limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno”. Cuidan la apariencia exterior, la fachada. Pero no se preocupan de lo interior.

Estos defectos de entonces, también los podemos tener nosotros. La consigna de Jesús es que no se descuiden tampoco las cosas pequeñas: “esto es lo que habría que practicar (lo del derecho y la compasión y la sinceridad), aunque sin descuidar aquello (el pago de los diezmos que haya que pagar)”. A cada cosa hay que darle la importancia que tiene. En los detalles de las cosas pequeñas también puede haber amor y fidelidad. Aunque haya que dar más importancia a las grandes.

 

 

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