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viernes, 9 de agosto de 2024

       EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA

Hna. María Ferrández Palencia, OP

Congregación Romana de Santo Domingo

 


Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: - "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: - ¡Que llega el esposo, salid a recibidlo!.

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os compréis".

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora".

Palabra de Dios.

 

 “Le hablaré al corazón”

 La imagen de los desposorios, que aparece tanto en la primera lectura como en el Evangelio, es una imagen preciosa para ahondar en lo que significa la relación con Dios. En unos pocos versículos, a través del profeta Oseas, Dios nos dice cómo actúa con nosotros, cómo nos ama: Buscándonos una y otra vez, llevándonos a los lugares, no sólo físicos sino sobre todo vitales, en los cuales Él pueda hablarnos al corazón y nosotros estar en disposición de escucharle, de dejarnos seducir y enamorar de nuevo por Él; un amor totalizante, cuyos rasgos son las fidelidad, la misericordia, la compasión, la justicia y el derecho.

 Fue el encuentro con ese Amor el que cambió la vida de la mujer cuya fiesta hoy celebramos: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein. Buscadora de la Verdad, se encontró con el Dios que la buscaba a ella incansablemente; que sus propias palabras sobre su experiencia vivida nos ayuden en este día en nuestro crecimiento espiritual. Dice así en uno de sus escritos: “lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios (…) no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia Divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada.” 

 “¡Velad, porque no sabéis el día ni la hora!”

Jesús, en esta parábola sobre el Reino, compara la actitud humana necesaria para acogerlo, con la preparación de la celebración de una boda. Era propio del ritual judío que las amigas de la esposa esperaran con ella la llegada del esposo, para luego acompañarla hacia la casa de éste. Como esto sucedía de noche, era necesario llevar lámparas, que en ese momento eran de aceite. Lo que ocurre en la parábola es que algunas de las mujeres no habían preparado el aceite necesario para encender la lámpara y para cuando lograron hacerse con él, ya era tarde. La parábola finaliza con esta advertencia del Señor: ¡Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora!

 Me detengo, en el contexto de la parábola, en la invitación a vivir en vela, en el sentido de vivir con una actitud atenta, abierta, despierta para descubrir y no perder las oportunidades que nos va dando la vida en cada momento y a través de todo lo que nos va sucediendo. Porque en todo ello está Dios, en todo ello está viniendo a nosotros.

A veces creemos que podemos decir cuándo y cómo Dios va a hacerse presente en nuestras vidas; y hasta decidimos los modos. Pero de lo que nos habla la parábola es de lo imprevisible que es la manera en que Dios sale a nuestro encuentro. Y el caso es que lo hace, pero a veces nos pilla con el paso cambiado, con el corazón cerrado o descentrado.

 Necesitamos la luz interior que nos dé la sabiduría para poder recolocar nuestra vida en la sintonía de Dios. Aunque esta luz es don del Espíritu, está claro que hay una parte que nos corresponde, de la que somos responsables: ese aceite que no nos pueden dar otros y que necesitamos tener siempre preparado y que en nuestra vida creyente es el cultivo de nuestra fe a través del encuentro con la Palabra y a través de una vida anclada en el Amor a Dios y a los hermanos.

 

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