EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA
Hna. Ana Belén Verísimo García OP
Dominica de la Anunciata
Viernes, 22 de noviembre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo que aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán».
Ellos le preguntaron:
«¿Dónde, Señor?».
Él les dijo:
«Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».
Palabra de Dios.
La liturgia de la Palabra nos invita hoy a continuar mirando la propia vida en perspectiva de coherencia evangélica. La fe es una opción personal que compromete la vida. Hoy nuestra mirada es desde la perspectiva de la responsabilidad y la verdad. Ambas son elementos constitutivos de una vida de fe, de amor y discipulado.
Caminan en la verdad
Así destaca Juan la vida coherente de los destinatarios de la Carta: “Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio”. E insiste en la verdad del Evangelio y alerta de la existencia de falsos maestros.
Alegría, verdad y amor. Estos tres puntos se encuentran confrontados con algunas realidades que tanto han sido de ayer como son de hoy.
El mandamiento del Padre es el mismo de siempre: el amor, que nos amemos unos a otros. Sin embargo, el autor de la carta hace una llamada muy fuerte a estar atentos ante el engaño y la mentira. Y no se queda ahí, sino que insiste que “han salido en el mundo muchos embusteros”. Se trata de estar atentos y tener cuidado con todo lo que debilita la vida de la comunidad de fe. Vivir el amor no significa vivir en la ingenuidad de que todo es bonito y maravilloso. Vivir el amor exige vivir en discernimiento. Juan quiere ofrecer pistas de cómo reaccionar cuando algunas personas, en nombre de la fe, contradicen la Palabra de Dios y seducen a los miembros de la comunidad, alejándolos del Evangelio.
La vida de fe, bien personalmente como comunitariamente, nos compromete en la búsqueda asidua de la verdad de Dios y a la coherencia evangélica.
Probablemente tanto ayer como hoy la distinción entre la verdad y la mentira es inmensamente desafiante. San Juan insiste en sus escritos la necesidad e importancia de la verdad, de discernir dónde estar, de no dejarse embaucar y mucho menos facilitar la difusión de la mentira.
Esta carta resuena en nosotros con una gran fuerza, pues hacemos parte de una sociedad donde las falsas difusiones, la facilidad con la que se comparten informaciones sobre lo que no tenemos certezas, el radical posicionamiento ante situaciones de las cuales desconocemos las diversas perspectivas, hacen parte de las relaciones cotidianas.
La radicalización y la polarización provocan división. Lo que realmente une e integra es el amor y la verdad… y cuantas veces no se sabe donde realmente está la verdad. Por eso, una actitud atenta y la búsqueda de discernimiento son instrumentos para acercarnos unos y otros. El amor sabe de integrar y de confiar, sabe que la verdad vive muchas veces escondida. Por eso hacemos nuestras las palabras del salmo: “Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe”, porque es muy fácil encaminarse por sendas ajenas al discipulado…
Como sucedió… así sucederá.
El texto de hoy se encuentra al final del capítulo 17 del evangelio de Lucas. Es necesario retomar los temas abordados anteriormente para comprender este pasaje. Primero Jesús alerta “que es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay! de quien los provoca” (17,1) y después hace una llamada a la corrección fraterna y al perdón, tantas veces como sea necesario (17, 3-4). Claro que los apóstoles, como también nosotros, ante esta propuesta de vida proclamamos: “aumenta nuestra fe” (17, 5). Jesús es inmensamente realista, conoce el corazón humano y nos ayuda a percibir que la vida está cimentada sobre el compromiso y la responsabilidad de lo pequeño de cada día con la conciencia de que “hemos hecho lo que debíamos hacer” (17, 10). El texto nos continúa narrando con qué naturalidad Jesús hace el bien, aunque generalmente no sea ni tan siquiera reconocido y/o agradecido (17, 12-19). Jesús siempre responde a nuestras inquietudes y preguntas, respuestas verdaderas que alertan a no aferrarnos a ideas ni a buscar a Dios en lo grandilocuente, sino a percibir la presencia de Dios y su reino dentro de nosotros (17, 20-24). Jesús es realista y sincero, no engaña a nadie: “antes es preciso que sufra mucho…” (17, 25). Y sólo después de este largo recorrido, vienen los versículos del Evangelio de hoy.
Una vez más Jesús nos resitúa en la vida de cada día: como sucedió ayer, así sucederá… Y lo que pase con cada uno de nosotros no es premio o castigo de Dios, sino fruto de las opciones, de la autenticidad de la vida de fe, de la verdad vivida, proclamada y promovida. Lo que sucederá sabe de sencillez por hacer lo que hay que hacer, sabe de poco reconocimiento y agradecimiento, sabe de naturalidad y del amor que se fortalece en el proceso del perdón, sabe de recomenzar, de acoger e integrar, sabe de discernir el querer de Dios desde la realidad y sinceridad, sabe que “quien pierda su vida, la ganará” no ante las muchedumbres y sí ante el Padre.
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