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lunes, 29 de diciembre de 2025

        EVANGELIO Y REFLEXIÓN DIARIA. 

FRAY MANUEL DÍAZ BUIZA, ofm

 Los ancianos Simeón y Ana

29 diciembre 2025


Lectura del santo Evangelio según san Lucas (2,22-35)

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

 Palabra del Señor

 

Jesús pasa inadvertido. No todos se dan cuenta en el templo de su presencia. Los sacerdotes, demasiados ocupados con los ritos que deben realizar, no advierten nada en especial.  Solo el anciano Simeón y la anciana Ana se dan cuenta. Movido por el espíritu, Simeón toma en su brazo a Jesús, cosa que solo le corresponde al sacerdote y él no lo es. Este gesto nos recuerda que el Hijo de Dios acude siempre a la cita para que cada cual le tienda los brazos y se funda estrechamente con Él, pues para encontrarse con Dios hay que poner todo el corazón en ello. El anciano lleva el Niño en brazos pero es el Niño el que guía sus pasos. 

¿Faltarás hoy a la cita con el Señor? ¿Le tenderás los brazos? ¿Le dejarás a Él que guíe tus pasos?

¡Paz y Bien!

 

 

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