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viernes, 22 de agosto de 2025

         Reflexión del Evangelio del día

Fr. Carlos Ávila O.P.

Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent)

“Donde tú vayas, iré yo” La fidelidad que transforma la historia

22 de agosto 2025


Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».

Él le dijo: «”Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.

Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

Palabra de Dios.

 

 El gesto de Rut, extranjera y viuda, es una expresión impresionante de amor fiel y gratuito. Su decisión de permanecer con Noemí, incluso en la incertidumbre, anticipa el tipo de amor que Dios quiere de su pueblo: un amor que no se basa en el interés, sino en la lealtad. Rut se convierte así en figura de la Iglesia, y su historia se inserta providencialmente en la genealogía de Cristo. Lo pequeño, cuando es fiel, se vuelve fecundo en el plan de Dios.

 

El amor, mandamiento primero y raíz de todo

 En este pasaje, un maestro de la Ley le plantea a Jesús una pregunta aparentemente teológica: “¿Cuál es el mandamiento mayor?” (Mt 22,36). Era una cuestión debatida entre los rabinos, pues la Ley contenía cientos de preceptos. Jesús responde citando el Shemá Israel, el corazón de la fe judía: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Dt 6,5). Pero no se detiene ahí: añade un segundo mandamiento, que no es opcional ni complementario, sino semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18).

Jesús une lo que muchos separan: el amor a Dios y el amor al prójimo son dos caras del mismo mandamiento. No se puede amar a Dios y despreciar al hermano. Y tampoco se puede amar verdaderamente al prójimo si no es desde la fuente del Amor que es Dios. Esta unidad es la clave de toda la vida cristiana: una fe que no se traduce en caridad es estéril; una caridad que no nace de Dios es frágil.

 

Jesús no solo nos da una norma, sino una orientación existencial: amar es el camino, el criterio y el fin de toda vida cristiana. Por eso dice: “De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22,40). Todo lo demás —ritos, normas, compromisos— cobra sentido solo si brota de este amor y conduce a él.

Hoy, en medio de tantas reglas, tensiones, polarizaciones, Jesús nos recuerda lo esencial: que todo se resume en amar bien, con todo el corazón y en ambos sentidos: hacia Dios y hacia los demás. No se trata de sentir más, sino de entregarse más. No es cuestión de emoción, sino de decisión. Amar como Cristo nos ha amado: esa es la ley definitiva.

Fr. Carlos Ávila O.P.

 

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